Textos en Catálogos
Esta larga historia, casi una épica, tiene un comienzo complicado pero un final feliz. Se inicia en Lugano, continúa en Bellagio, y desde esos idílicos lugares de Italia en Buenos Aires vía Skype así como en la misma Buenos Aires.
Protagonistas: Gabriel Kantor, músico, escultor, oboísta, orfebre, eximio grabador y quien escribe estas líneas.
El objetivo: revalorizar la obra de su padre, Manuel Kantor, nacido en Buenos Aires en 1911 y fallecido en Jerusalem en 1983. Artista versátil: pintor, dibujante, retratista , muralista, precursor de la caricatura moderna en el periodismo rioplatense, escritor, comprometido políticamente contra el nazifascismo y el franquismo, fué posteriormente invisibilizado. Entró en el limbo de los olvidados porque a partir de los 80, la crítica comenzó a escribir en términos tomados de la filosofía, la lingüística, la sociología, el psicoanálisis, dejando de lado, en muchos casos, el encuentro con la obra de manera vivencial y encubriendo su percepción emocional, en el caso de que la tuviera.
Entonces, se arrojó al público un lenguaje inaccesible lo que provocó su desconcierto. Kantor escribió palabras premonitorias “…siempre hubo pintores apagados por las estrellas del momento. Un día serán buscados con avidez para colocarlos en los museos y las colecciones, en los libros y en la luz del primer plano…”. Respecto a su obra, en una autobiografía nunca publicada “50 años, todo al revés”, expresó que el 70% de su trabajo fue ignorado por sus contemporáneos.
Mario De Micheli, autor de uno de los textos introductorios del libro “Kantor- Disegni” publicado en Milán en 1971,—una autobiografía escrita con imágenes—señaló que muchos artistas como Kantor no se preocuparon por “fabricarse” un estilo y no se encerraron dentro de él como en una segura fortaleza”, por lo que hoy se diría que es contemporáneo.
Lo conocí, era elegante, seductor, con aires de dandy, pero no tuve la ocasión de frecuentarlo ya que era un viajero infatigable y pasaba por Buenos Aires como una ráfaga. “Vivir errante, dibujando, pintando, escribiendo. Detenerse mucho tiempo en lugares maravillosos y volver a ellos por los viejos caminos queridos, dolorido de “saudade” y retornar nuevamente al rincón donde nacimos”, así se describe el artista.
Sí, conocí y traté a su inteligente y bella esposa, Ana María Gerchunoff, hija del famoso escritor y periodista, madre de Gabriel Kantor al que me unía una extensa e intensa amistad.
Gabriel emprende la muy difícil tarea de lograr un reconocimiento hacia su padre. Durante varios años se tocaron muchas puertas: museos, galerías, instituciones culturales. No hubo respuesta.
Para que esta revalorización se llevara a cabo era necesaria una investigación acerca del hombre, del artista y su obra. No hubo respuesta.
En Buenos Aires Gabriel hace un exhaustivo relevamiento del corpus de su obra pero fallece en Bellagio en 2017.
En 2019 Lili Barone Kantor , su esposa, asume este mandato y esta vez , Buenos Aires no le da la espalda.
Muchas entrevistas, propuestas, amigos con experiencia en el ámbito artístico, también el azar, se aúnan para llevar a cabo la épica mencionada al principio de esta nota.
Víctor Fernández, Director del Museo Quinquela Martín, que se destaca como guardián celoso de su patrimonio, respetuoso de los artistas que han aportado a la historia del arte argentino, acoge la idea con beneplácito ya que entre los temas abordados por Kantor también está el Riachuelo.
“Colores callados, grises, ocres, rosados y el siena dominan, una niebla envuelve sus casas y barcas sin apagar las gamas cálidas que caracteriza su enfoque de La Boca”, así lo escribe Raúl González Tuñón a propósito de una muestra en 1969.Otros importantes escritores se refirieron a la obra de Manuel Kantor, entre una extensa lista, el guatemalteco Miguel Angel Asturias, Premio Nobel 1967, el brasileño Do Rego, los argentinos Mujica Láinez, Osiris Chierico, Ernesto Schoo, Julio Payró, Lorenzo Varela, José Luis Lanuza, los españoles Enrique Azcoaga , Arturo Cuadrado y Rafael Alberti que prologa su libro de 182 dibujos “De Munich a Nuremberg” y cuyo poema “Kantor de viaje” da lugar al título de esta muestra abarcativa.
El equipo de investigación del Museo, liderado por Yamila Valeiras, curadora de la muestra y autora del texto principal del catálogo, divide la muestra en siete ejes: “La Biblia y el cajón de querosene”, “Periódicos, café y perspicacia”, “Mirar el río, pensar en la otra ribera”, “Don Casifrundo, un modo de andar”, “Dibujos que se hacen con odio”, “De Bahía a Tel Aviv” y “La Boca Metafísica” . Un recorrido por su adolescencia, el periodismo, exposiciones aquí y allá, sus escritos, sus dibujos, la caricatura política que responde a su compromiso democrático, sus viajes, sus amigos.
Yamila Valeiras destaca que “a través del devenir artístico de Kantor puede estudiarse buena parte de la historia del arte occidental del siglo XX, pues todas las influencias que recibe de uno u otro punto del globo serán deglutidas y devueltas en un formato superador”.
Para terminar esta pequeña contribución a una historia de comienzo complicado y final feliz, ligada al afecto y a la amistad profunda, pensé en el título de una comedia de enredos de Shakespeare : “All´s well that ends well” o sea “Bien está lo que bien acaba”.
Laura Feinsilber
Miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte.
2017 (Mayo) Academia de Bellas Artes Texto Laura Feinsilber para Temas
Haciendo una revisión de muchos de mis artículos escritos a lo largo de más de 30 años descubro una constante: cómo ciertas obras de arte afectan mis fibras más íntimas a las que tampoco escapa mi cuerpo.
Se sabe que las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo.
La palabra emoción viene del latín emotio : movimiento o impulso, “aquello que se mueve hacia”, es un estado que sobreviene súbita y bruscamente en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras.
Según Maurice Merleau Ponty, hay una conciencia emocional que es atravesada por la encarnación, ya que cuerpo, sensaciones, sentimientos, no son fenómenos aislados sino instancias intrincadas, variaciones de la existencia corporal y desafían las separaciones y categorías de la ontología que la ha precedido.
La emoción en las artes visuales es un tema que abordo habitualmente desde la esfera del periodismo, a veces, con alguna profundidad y otras, periféricamente, a causa del tirano espacio de una columna.
He tratado de acercarme a casi todos sus ismos, a la contemporaneidad angustiante, muchas veces a través de las impresiones que puede dejar la lectura de un poema, la escena de una película, un escritor al que se vuelve o al que se descubre, un soneto de Shakespeare, la intensidad con la que súbitamente recordamos un aroma de la infancia, la visión de un paisaje, un momento de un viaje, la asociación de ideas que provoca un pasaje musical.
Todo esto y quizás más aparezca en esta suerte de inventario, recuerdos, cabalgata, divagaciones, sobre lo emocional, hoy.
Emoción, una palabra degradada en el lenguaje visual debido al vacío de la imagen que, como señala Jean Baudrillard “ya no existe siquiera la posibilidad de una mirada: aquello ya ni siquiera suscita una mirada porque, simplemente, ya no nos concierne. Si ya no nos concierne, nos deja completamente indiferentes”.
Cuando comencé mi abordaje sobre las artes visuales, la labor de los artistas que me despertaban inquietud, estaba-gracias a Fermín Fevre quien me enseñó a leer a Nietzche- muy influenciada por ese pensamiento estremecedor, sobre todo, el referido al arte: “ es aquí donde el ser más se transparenta” o “el arte debe comprenderse desde el artista al ser éste poseedor de la voluntad de poderío que da origen a la obra” o “el arte es el acontecimiento fundamental de todo ente, la forma más elevada de la voluntad de poder”.
También aquello de que “el arte es el contramovimiento por excelencia contra el nihilismo y lo que proclamaba acerca que la verdad es horrible, por eso está el arte, para proveer al hombre de la necesidad de ilusión que padece”.
Me conmovía pensar que el arte, verdadero “estímulo de la vida”, es el producto de un estado de embriaguez, propio de una excitación afectiva, es la “única posibilidad de vida”.
En cuanto al receptor, el placer de mirar consistía en la comprensión de los símbolos contenidos en las obras. La lista puede ser inmensa pero hay ejemplos imborrables cuya emoción hoy perdura. Entre ellos, la primera vez que ví el Guernica cuando aún estaba en el MOMA en Nueva York.
Se juntaron allí el mítico cuadro del siglo XX que más interpretaciones ha suscitado: la toma de conciencia del horror de la Guerra Civil Española y cualquier otra guerra que siempre admite otras lecturas, con la mística de una joven porteña y su primer viaje a la Gran Manzana.
En este derrotero emocional no está ausente la Gesamtkunstwerk, o sea la obra de arte total wagneriana, adorado por Nietzche hasta que éste se convirtió en su detractor, cuya música provoca “una especie de locura, de culto, de compromiso irracional, un abandono que, entre otras cosas, elimina la facultad crítica”.
Baudelaire, que defendió a Wagner de la hostilidad del público y la crítica francesa, se dejó seducir por las armonías que expresan lo más profundo del corazón humano, por su música voluptuosa y sensual.
En esta lista de emociones imborrables está mi visita a la Madeleine de Vézelay donde comprobé lo que una pequeña guía señalaba: “un nombre que cautiva la imaginación antes de convertirse en una imagen que maravilla la mirada y conmueve el corazón” y cuyo misterio reside en la afirmación de San Agustín: “la construcción de piedra donde la iglesia convoca a sus hijos para rendir gloria a Dios es la prefiguración del Templo eterno de la Jerusalem del Cielo”.
Pero no nos quedamos en el románico ni en el medioevo.
Tadao Ando nacido en 1941 en Osaka, Premio Pritzker (1995) que a los 20 años se ganaba la vida como boxeador y cuyas obras también tienen el ADN de las iglesias góticas, señala que “una arquitectura es esencialmente el acto de crear un espacio donde la gente se reúne para hablar y compartir sus emociones para lo que buscó dar con una luz que transmita esperanza. Para Ando “la luz es la puerta de entrada a todo entendimiento”.
La primera obra que ví de este famoso arquitecto fue el Museo de Arte Moderno en Forth Worth (Texas) cuyos pabellones parecen flotar sobre el agua y donde last but not least , las obras de Pistoletto, Kieffer, entre otras importantísimas de su colección permanente, dialogan con la arquitectura deslumbrante de Ando , también autor de la remodelación de la Punta de la Dogana en Venecia, la Iglesia de la Luz en Osaka, Benesse House Oval , en la isla de Naoshima en el Mar Interior de Japón.
Podría citar ad infinitum las obras que me han emocionado, como, por ejemplo, ver una muestra de Kandinsky y los miembros de Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) con la tumultuosa música de fondo de Arnold Schoemberg, la perturbadora fotografía de Joel- Peter Witkin y los místicos videos de Bill Viola, ambos estadounidenses. Otros ejemplos, Francis Bacon que pintó la carne del hombre como si se expandiera fuera del cuerpo, la carga del contenido de una Louise Bourgeois, los films de la iraní Shirin Neshat, la intranquilizante pintura de Carlos Alonso cuyas controvertidas series constituyen en su conjunto una acusación permanente, la visceral escultura de Juan Carlos Distéfano, la trascendente espiritualidad de Roberto Aizenberg , artistas argentinos que dejan huella.
Pero llegaron los tiempos de: “el conjunto de trabajos de X, también sugiere una epigénesis de la abstracción, cada una de sus etapas ofrece una mayor y más exacta epifanía de la idea de abstracción como tal y la conciencia esencial, una conciencia que puede reconocer y operar con esencias”. Este es un ejemplo de cómo a partir de los 80 la crítica comenzó a escribir en términos tomados de la filosofía, la lingüística, la sociología, el sicoanálisis, dejando de lado, en muchos casos, el encuentro con la obra de manera vivencial y encubriendo su percepción emocional, en el caso de que la tuviera..
Una verdadera perlita de lenguaje inaccesible que se arrojó al público provocando su desconcierto. Se comprobó que la crítica había olvidado su función, la de servir, facilitando la comprensión y revelando la complejidad y sutileza de la obra de arte, según lo manifestó George Steiner.
Vinieron los cambios necesarios ya que el arte se renueva. Existe un período de 20 a 30 años que corresponde a los que ciertos autores llaman “cansancio estético” que, al momento de escribir estas líneas debe haberse reducido considerablemente.
Porque ¿cómo hablar de lo permanente en el arte, teoría muy extendida, en un mundo en constante transformación? El arte nunca es idéntico a lo que fue, definitivamente no se puede volver al arte griego.
Se pensó entonces en redescubrir la expresión de las emociones, alguien dijo que el arte es un pensamiento a través de la emoción porque éste toca todo el ser.
Concepto muy difícil de encontrar en las imágenes de una heladera plastificada, el fragmento de algún coche chocado, un oso sentado en una tina de latón con una radio portátil en la boca o una recientemente premiada bicicleta que si no hay alguien que la impulse para que el coprotagonista realice piezas de cerámica, es la nada misma, en realidad, es una bicicleta. Y sabemos cómo se difundió aquello de que “todo puede ser una obra de arte o que un artista puede convertir todo en una obra de arte. El problema radica en distinguir una obra de arte y un objeto común.
No debe descartarse la posibilidad de encontrar valores sensibles en una obra que nos llega por la emoción. Y un hecho fundamental, querer volver a verla, ¿es esto posible actualmente?
En tiempos de un mundo que se ha bienalizado, se calcula que se realizan alrededor de 30 en todo el mundo, sin contar trienales, Documentas, ferias, una proliferación que despierta , aparte del jet-lag una cierta angustia porque para decirlo coloquialmente, “si no estuviste en tal o cual bienal, no existís”.
Un sistema pleno de acontecimientos artísticos en los que figuran artistas de países difíciles de ubicar en el mapa, que tiene que ver con las promociones culturales locales, el mercado, las identidades emergentes relacionadas con factores más allá de la estética, con curadores internacionales que ignoran la experiencia esencial de ver arte.
El deseo de tener una bienal revela la intención de ser considerada una región de cultura que está al día; en países cuyas políticas y economías son controvertidas, la bienal les provee el sentido virtual de formar parte de un mundo conectado tecnológicamente.
No había llegado todavía el fin de las utopía, el del complot del arte, el del abuso de la belleza, el de la pregunta, ¿para qué sirven las artes?, el de la hegemonía del mercado, de expresiones como arte alto o arte bajo y un sinfín de etcéteras que han contaminado nuestra percepción y por qué no, también ampliado.
Se asiste a cambios radicales en la concepción de la vida, el significado de la existencia, a redefiniciones en cuanto a la sexualidad, la reproducción, la igualdad, la democracia, la percepción sobre nuestra identidad.
Y uno de los conceptos que ha cambiado radicalmente es el de lo permanente en el arte, precisamente en un mundo en constante transformación debido a la nueva cultura que provee la tecnología, de alcances insospechados ya que el futuro está monopolizado por la innovación técnica y cuyo poder está en manos de grandes formadores de opinión, Apple, Google, Facebook…
Una nueva cultura que avanza a pasos agigantados en esta comunidad global de usuarios de
Internet, de carácter híbrido pero como no lo puede hacer otra disciplina, nos muestra los grandes temas contemporáneos en los que la humanidad está involucrada: la inmigración, la ecología, el racismo, la cuestión de género, las diferencias sociales, la miseria, por sólo nombrar algunos de los temas candentes que pueden traducirse en un “activismo artístico”. Según Boris Groys “esto politiza el arte, lo utiliza como diseño político, como herramienta en la lucha política de nuestra época”.
¿Se puede ser optimista o pesimista? Me inclino por lo primero, mientras haya gente que reflexione, que ponga en cuestión el sistema social o su propio sistema de pensamiento.
Creo que lo único permanente es el cambio; en el hombre que no se consuela con lo existente; que el encuentro con la obra de arte es vivencial, es decir, abierto a la posibilidad de un cambio intelectual y de una percepción emocional por más fugaz que ésta sea.
William Faulkner dijo “en la última roca inútil y enhiesta, en la roja agonía del último atardecer, se escuchará la débil, inagotable voz del hombre, hablando todavía”.
Bibliografía
Merleau Ponty: Fenomenología de la Percepción. Edición Península, Barcelona
Jean Baudrillard: El Complot del Arte. Amorrortu / editores
Martín Heidegger : Cinco proposiciones sobre el arte. Escritos sobre Nietzche .
George Steiner “Presencias Reales”. Destino Editorial, Barcelona.
Boris Groys: Volverse Público. Caja Negra Editora.
Boris Groys: Introducción a la Antifilosofía. Eterna Cadencia.
Boris Groys: Arte en Flujo. Caja Negra Editora
William Faulkner : De su discurso de aceptación del Premio Nobel (1949)
Roberto Aizemberg – Diálogos (2001)