Cruz – Tapia – Vidal en Vermeer
Tres artistas que a lo largo de su vasta trayectoria eludieron el efímero éxito, el estar en boca de todos, la crítica complaciente, pero sí buscaron la excelencia, el culto al oficio, un hacer obsesivo de connotaciones positivas.
Su obra enfatiza la importancia del dibujo como esencial, ancestral, tanto para la arquitectura como para la pintura.
“Un tiempo… y otro tiempo” reúne hasta el 23 de agosto en Vermeer –Galería de Arte (Suipacha 1168) a tres artistas que responden a estas premisas que actualmente parecieran fuera de época dado que casi todo tiene características de shock, conceptos efímeros, de desarraigo, un arte a la intemperie que es así como muchas veces se siente el contemplador no alerta a las transformaciones que se han producido en las últimas décadas. Ya lo señaló Arthur Danto: …”puedo decir que la mayoría del arte que se hace hoy no tiene como objetivo ni propósito final la experiencia estética”.
Estos tres artistas, según Nelly Perazzo, autora del prólogo del catálogo, “son generosísimos porque acrecientan mis posibilidades imaginativas, alientan en mí la experiencia de la multiplicidad de lo real, me deslumbran por los senderos que me iluminan…”.
Néstor Cruz (Buenos Aires, 1933), conocedor profundo de la ciencia y la filosofía, estudió con Spilimbergo y puede inscribírselo en el surrealismo, si es que hoy caben los ismos. Su obra bordea lo onírico, la alquimia, lo enigmático, lo esotérico.
Si tomamos, por ejemplo, una de las obras, “El Artillero” (2017), tintas y lápiz color acuarelado, por su ambigüedad no sabemos si es un submarino o un barquito con cañones que apuntan hacia proa o estribor, banderitas, lo que es una anécdota, sino que refleja la ironía que se desprende de la imagen. También “El Karma”(1964), figuras, arquitectura, máquinas, como un dibujo preparatorio a la Leonardo.
Su obra está relacionada con la filosofía hermética y lo oculto nos lleva a un escenario poético, lo que no es poco actualmente.
A Jorge Tapia, miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes le han sido otorgados lo más importantes premios del país. Expuso por primera vez de manera individual en la mítica Galería Lirolay y se lo reconoce por una imagen en la que ha revalorizado la estética de la chatarra, metales de desecho, que ha llevado al máximo refinamiento.
Dibujos minuciosos que incluyen formas producidas por las matricerías, bulones, tornillos en un continuum orgánico que va creciendo sobre la superficie del papel. Muchas veces acompañado o inserto en formas geométricas con las que establece delicados contrapuntos de grises en una demostración de su dominio del grafito.
Blas Vidal (Buenos Aires, 1942), autodidacta, asistió a cursos de dibujo en el taller de Vicente Puig, David Heynemann y Teresio Fara. Estudió escultura con Antonio Pujía.
Es cofundador del grupo “Coincidencias” junto a Jorge Tapia, Ladislao Kelity, Carlos Carmona, Jorge Meijide, importantes referentes argentinos del dibujo cuyo fin es la difusión de esta importante disciplina.
Los metafísicos italianos y los surrealistas han influido en su obra que se destaca por su carácter lúdico, figuras deconstruídas que en varias obras quedan encerradas en recortes, por ejemplo, la serie del “Homúnculo” de 1972.
La geometría está presente como en el caso de “Proyecto para un monumento” (2018), lápiz y lápiz color, obra no exenta de ironía con la que ha tratado temas también trágicos. Son muy apreciadas sus cajas-escenarios, pequeños teatritos donde impera el absurdo.
Ninguno de estos tres artistas se impuso sorprender como meta. De allí que las obras expuestas, generalmente de pequeño formato son del tipo que se puede mirar una y otra vez y como se señala en la estética taoísta “causan una quieta impresión en el que las observa”.
Publicado en Ambito Financiero