12 noviembre, 2024

Carlos Gorriarena en The Art Gallery

Por Laura Feinsilber

En varias oportunidades nos hemos referido a la obra de Carlos Gorriarena ( Buenos Aires, 1925- La Paloma, Uruguay 2007).

Desde su desdén por los metalenguajes, citaciones del pasado, enemigo frontal de los mundillos culturales, totalmente afuera de la postura modernismo-posmodernismo, Gorriarena siempre dispara sobre el contemplador para sacudirlo del letargo, de mucha pintura vacía de contenido, de mirar por sobre el hombro.

Un colorista violento, formas desbordadas, figuras dinámicas que avanzan y aunque rechazaba el mote de pintor expresionista, no hay otra manera de clasificarlo.

Obra vital, intuitiva, gesto violento, se podría decir que se sigue el movimiento de su mano que remata, tanto en líneas que esbozan un contorno como aquellas que se funden en la espesa sombra.

Hacia 2006 vimos a un Gorriarena que no renunciaba a su pasión pictórica, pero se había vuelto más introspectivo, sin denuncias, frontal para desnudar al poder , y sin esa mordacidad  del grotesco habituales en el corpus de su obra.

Una visión más humanista. Se pensó que se había acallado. Pero no, era una etapa más feliz, se había dejado llevar por cierta melancolía, por una sabiduría propia del que ha visto y vivido mucho.

Destacamos en ese entonces “El riesgoso camino hacia la nada”:  un hombre de espaldas que va hacia un bosque impenetrable y una escena bucólica como “En algún lugar siempre amanece”.

Al revisar catálogos de distintas muestras y el libro publicado en 2005 “Gorriarena – La pintura, un espacio vital”, textos de María Teresa Constantín y Diana Wechsler, muchos críticos supieron “ver” el contenido de una obra comprometida con la realidad desnudándola en toda su implacable ferocidad.

Así lo señalaba el poeta y editor José Luis Mangieri (1924-2008) que con motivo de una publicación  “Gorriarena- La intimidad de la Pintura”, expresó que el artista empuñaba su pincel como arma mortal contra el olvido en el que los argentinos solemos caer respecto de nuestra historia, aquella de saqueadores y genocidas que azotaron el país”.

En esa misma publicación , Germán Gárgano señalaba que “nuestro siglo se acaba y Gorri  comenzaba una vez más, otra vuelta de tuerca, a poner a prueba su propia pintura en el corazón mismo de su inconsistencia. Despojada, despreocupada, sin miramientos, la obra de sus últimos años se ahonda poniéndonos ante más extrañas relaciones. Se interrogaba:  “No sé bien lo que hago.

¿Estará bien esto?”. Una pregunta  de un artista, alumno de Antonio Berni y Demetrio Urruchúa que se inserta en los debates del arte contemporáneo a partir de la década del 60 ingresando a través de su obra en la polémica política y estética que afirmaba : “pinto porque lo necesito, porque no podría hacer otra cosa”.

Gorriarena obtuvo la beca Guggenheim (1987), recibió todos los premios nacionales, Salón Nacional (1986),  fue Premio Konex (1992) Premio Trabucco (1993). 

La muestra que se exhibe actualmente titulada “La pintura como un campo de batalla”,  reafirma lo que el crítico  Raúl Santana señaló acerca de la extraña actividad del pintor: hacer entrar al mundo en el cuerpo a través del ojo para luego extraerlo volcándolo en la tela.

En esta muestra se incluyen obras de Germán Gárgano, Jorge González Perrin y Mariano Sapia , sus discípulos, hoy, muy  destacados artistas.

Uruguay 967. Clausura el 28 de noviembre. Abierto  de 16 a 19hs.    

publicado en www.ambito.com.ar (11/11/24)