Libro sobre Lucía Pacenza
Lucía Pacenza (Buenos Aires, 1940) estudió pintura y dibujo con Emilio Pettoruti, escultura con Enrique Gaimari y Leo Vinci. Desde 1966 ha participado en concursos, muestras colectivas e individuales tanto en museos como en galerías de Argentina, España, México, Australia. Ha actuado como jurado y entre sus premios ganó el Manuel Belgrano (1974), Primer Premio Adquisición Salón Nacional de Santa Fé (1977), Premio al Mérito Fundación Konex (2002) y la Academia Nacional de Bellas Artes la invitó a participar en 1995, 1998 y 2001 al Premio Palanza.
Esta breve introducción a la trayectoria de esta artista que ocupa un lugar destacado en la escultura argentina contemporánea, sirve como referencia al libro tanto en formato impreso como virtual que acaba de editar Latingráfica gracias al Mecenazgo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su título : “El devenir de la forma”, textos de la historiadora y crítica de arte María José Herrera, traducción al inglés de María Laura Stösslein, 152pág.
En el texto “El paisaje en la escultura y la escultura en el paisaje”, la autora menciona su muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes (2006) en la que Pacenza registra distintas regiones de la Argentina, deltas, quebradas, desiertos azotados por el viento, el Paraná, la Puna o el Valle de la Luna que la artista transfirió con gran sutileza al mármol de Carrara.
Pacenza siempre se interesó por la escultura pública dado que según lo expresara, “ la escultura es la más social de las artes, incluso supera a los murales porque es corpórea, participa de la vida de la ciudad”.
Con su cámara fotográfica registró cada uno de los escenarios donde insertaría las formas de su invención. Es precisamente en los 80 cuando diseñó el “Homenaje al Cuarto Centenario de la Segunda Fundación de Buenos Aires”, obra emplazada en Av. del Libertador y Udaondo.
Esta obra simboliza la concreción de esfuerzos conjuntos de sus habitantes en el tiempo, por lo que adoptó la forma de arco, elemento de síntesis y unión. Utilizó la geometría para crear un ámbito que encierra el fluir del agua que cae como un manantial, evocando el devenir incesante del tiempo. Obra que ha sido vandalizada, cuyo mecanismo del agua no funciona debido a la falta de respeto, de educación y también al descuido de la obra pública de parte de los funcionarios correspondientes, no importa la facción política a la que pertenezcan.
A comienzos de los 80 Pacenza utilizó el mármol salvado de las demoliciones de la ciudad para ejecutar las autopistas. De allí nace su serie “Fragmentos”, un rescate, según lo señaló Rosa María Ravera, de lo que es tiempo, fragmento, historia”. Posteriormente realizó la serie “Sur” en la que la artista define su mirada: “yo me planté aquí para ver, desde el sur de la ciudad y de la América del Sur…”, “yo voy al paisaje y como porteña eso me admira…”
En los 90 reintroduce la madera oponiendo formas dentro de la composición de la propia escultura. Pero no abandonó el mármol como se pudo ver en una muestra en los jardines del Museo Larreta, formas en las que enfatiza los opuestos, despojada de texturas dando prioridad a la luz, por ejemplo: “Sol y Luna- Homenaje a Henry Moore” (1998).
Vendrán otras series en hierro hasta que a partir de 2001 y hasta hoy se enfoca en las ciudades, mármol, yeso, acrílico, blancas y transparentes.
María José Herrera cita el prólogo del libro “Las ciudades invisibles” publicada en 1972 de Italo Calvino (Cuba, 1923- Siena, 1985) en el que se pregunta que es una ciudad hoy, para los seres humanos. En ese diálogo imaginario entre Marco Polo y Kublai Kan, soberano mongol, el primero le describe muchas ciudades,” unas alegres, otras tristes, pero todas llenas de la vida que le es propia”. ¿Cuál sería la respuesta hoy? Tristes y degradadas.
La serie que realiza Pacenza lleva varios títulos: “Ciudades invisibles”, “Ciudad perdida”, “Ciudad desierta”, “Ciudad reflejo”, “Ciudad elevada”, “Ciudad transparente” hasta la actual “Ciudad blanca”. Nadie las habita. Es un catálogo de arquitecturas históricas y actuales, muchas encerradas en cajas que las contienen. En 2017, a propósito de estas ciudades imaginarias, a escala mínima, la artista escribió: “todas parecen inhóspitas, inhabitadas y evocan la incomunicación y el aislamiento”. Toda una premonición.
Publicado en Ambito Financiero