Miró en MNBA
“Miró: la experiencia de mirar”, un juego de palabras que incluye en pasado el nombre del célebre artista catalán (1893-1983) se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes.
50 obras, 18 pinturas, 6 dibujos, 26 esculturas y dos films realizados entre 1963 y 1981 pertenecientes al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía con curaduría de Carmen Fernández Aparicio y Belén Galán Martín bajo la dirección de Manuel Borja-Villel y Rosario Peiró.
Aunque se haya tenido la fortuna de ver muchas exposiciones de este artista, creador de un universo simbólico, siempre se renueva la impresión de que su acto creador no se somete a nada, es una aventura que invita a admirar su libertad, que buscó constantemente nuevos caminos, que decidió “asesinar” la pintura, así lo expresaba a fines de los 20, para afirmar que la pintura era algo más que el caballete, la tela, los pigmentos… brindándonos una iconografía de la humanidad, de la naturaleza y del cosmos.
Son innumerables los escritos sobre Miró de especialistas en su obra, plumas notables, entre ellos, James Johnson Sweeney, Michel Leiris, Juan- Eduardo Cirlot, Sam Hunter, Jacques Lassaigne, Ives Bonnefoy, Jacques Dupin, Ronald Pemrose, Rosa María Malet.
Hasta sus últimos días fue un inconformista, de allí su frase: “Lo que me interesa, para emplear una expresión de moda, es la revolución permanente. Una revisión de todo. Cada día pongo mi obra entera en tela de juicio…”
Para esta nota dejamos de lado un abordaje de las obras y de su biografía para concentrarnos en sus citas que revelan al hombre que recién pudo concretar el sueño del taller propio, construido en 1956 por su gran amigo el arquitecto Josep Luis Sert en Mallorca, cuando Joan Miró tenía 63 años.
“Tenía espacio por primera vez y al sacar las obras realizadas en París desde antes de la guerra “me corregí fríamente, fui despiadado conmigo mismo. Destruí muchas telas hubo varias purgas de este tipo en algunos años”.
“¿Los títulos? Me los invento cuando los cuadros están terminados”. Miró se refirió muchas veces al estado de trance en el que se sumergía cuando trabajaba: “me resulta difícil hablar de mi pintura, ya que siempre nace de un estado de alucinación provocado por un shock, objetivo o subjetivo y del cual soy irresponsable”.
“En cuanto a mis medios de expresión, me esfuerzo por alcanzar el máximo de claridad, de potencia y de agresividad plástica, es decir, provocar primero una sensación física para luego llegar al alma”.
En momentos que se habla, como lo señala Boris Groys, de que “si alguien quiere convertirse en artista y producir arte, no le resulta claro qué es en realidad el arte ni qué es lo que un artista tiene que hacer. Para empezar a producir arte, uno necesita una teoría que explique qué es el arte.”
Un panorama bastante desolador ante esa intención de Miró de llegar al alma. Y vaya si lo logró.
Publicado en Ambito Financiero